El asunto de Antares de la
Luz nos llegó a todos de diferentes maneras, algunos alzaron sus voces en señal
de repudio y a otros les dio lo mismo, al final, independiente del lado que
tome uno, sólo una cosa es lo suficientemente clara, el compadre tenía una
barba que cualquier groupie de ZZ Top desearía tener, en vez de tener esa penosa pelusilla que pareciera estuviera en sequía.
¿La barba hace al hombre o el hombre hace la
barba? Desde el inicio de los tiempos que los atavíos del cuerpo se han estado usando
para dejar cosas en claro, desde el aro con motivos mapuches comprado en la
feria artesanal del pueblito de turno, hasta los anillos del cuello de las
mujeres padaung, todos sirven para comunicar algo. ¿Qué querrá comunicar una
barba tupida, frondosa e hirsuta? Madurez, la madurez del niño, su llegada al estadio en
donde puede ser llamado hombre y entregarse a las tareas que le corresponden al
hombre. En la mujer este paso está mucho más marcado que en el hombre, el
primer manchón bermellón que dice que el cuerpo está preparado para la
reproducción, ahora soy mujer y puedo concebir una cría que me transforma
automáticamente en madre. Sin embargo en el hombre el paso a la madurez es
menos drástico, los cambios fisiológicos se sostienen en el tiempo, tanto así
que el ojo social no lo identifica tan claramente como en el caso de la mujer, puede ser por esto que en
algunas tribus existan rituales en donde el joven tiene que pasar una prueba la
cual lo convierte automáticamente en hombre, el hombre cazador, el hombre proveedor,
el hombre hombre.
No es extraño entonces que algunos personajes
cultiven sus barbas: los magos, los sabios, los profetas, los filósofos, los
faquires, y sobre todo los dioses. No es extraño que dioses de diferentes
religiones carguen caudalosas barbas, desde Gandalf el gris hasta Zeus, y
también pasando por el viejito pascuero y el dios cristiano, el cual si bien no
está personificado con forma humana, muchas veces se le da una corporeidad
cargada de vello facial. Algo debe tener la barba que nos hace confiar en la
sabiduría que poseen sus cabellos, quizás reminiscencias de un pasado sansonesco.
La barba indica en primera instancia tiempo,
seas hombre o mujer se necesita tiempo para construir una barba que merezca
llamarse como tal, las grandes barbas de la historia no se construyen de un día
para otro, son necesarias décadas de cultivo y cuidados para poder cargarla, es
por esto que el llevar una barba real (porque otra cosa es usar una de vello
púbico a lo McGhehey) conlleva una necesaria y larga estadía en este mundo tan
cruel y maravilloso a la vez (a menos que viajes al espacio y esas cosas, pero
ese es otro tema). Es por esto que a
medida que más larga sea tu barba, más tiempo has tenido para poder escrutar el
mundo que te rodea, has tenido más oportunidades de enfrentarte a las desdichas
del ser humano, has conocido más gente, has leído más libros, has estado en más
lugares, has cometido más errores, has enfrentado a la muertes en más
oportunidades, y aún así estás en el presente con una barba que sirve de
anillos de tronco para poder ver qué tan alto has crecido.
No es extraño entonces pensar el por qué hay
que tener barba para ser un profeta como lo intentó el vilipendiado Antares, no es la idea de esta entrada empezar a hacer
preguntas como qué fue primero si la barba o el profeta, ¿la barba hace al
profeta o el profeta hace la barba? ¿Puede haber un profeta sin barba? ¿Qué otro tipo de vello da los poderes de la profecía? Ese no es el tema que nos concierne, sino
aquella duda sobre la necesidad de la barba para poder pastorear las ovejas y
formar una pequeña secta al más estilo Antares de la Luz. Si se acepta la
hipótesis sobre la semiótica de la barba, entonces no es para nada extraño que
la gente lo siguiera. La barba representa todo aquello que no se tiene, la
barba representa la sabiduría del tiempo, pero también representa la
masculinidad, la masculinidad de un padre y todo lo que esto significa, el
patriarcado que aconseja, que sabe lo que es mejor para sus hijos, representa
los premios a los que optamos cuando obedecemos las órdenes, la sabiduría de la
magia que no entiendes pero te sobrecoge y aquel ser omnipotente que te mira
desde el cielo, ¿cómo no seguir a aquello que representa todo lo que nos han
inculcado? Pareciera que lo único que se necesita para obtener una secta al más
puro estilo Joe Carrol es forjar una buena barba, una que haga que hasta las
cosas más descabelladas puedan tener un poco de sentido, al final la barba
hasta tiene un efecto hipnótico.
Hay pocas cosas más ciertas
que el conocimiento popular, es por esto que nunca hay que dejar de ponerle
atención a los dichos, están llenos de sabiduría, dime qué clase de barba
tienes y te diré donde ir a profetizar.
*Esta entrada fue publicada originalmente en La Propuesta Indecente, se ha editado para esta edición.
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